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La donación de órganos y tejidos atiende una necesidad apremiante alrededor del mundo. En México, según cifras del Centro Nacional de Transplantes, la cantidad de donaciones concretadas de personas fallecidas ha ido en ascenso en un periodo de diez años. En el primer semestre del 2008 se concretaron 491 donaciones; para el mismo semestre pero de  2018, fueron 1273. Este avance es alentador dado que la lista de espera de personas en necesidad de algún órgano o tejido es casi tres veces mayor que la cantidad de donaciones concretadas. 

En 2015 consultamos a las personas en México sobre el tema del donativo de órganos para conocer sus opiniones. Les preguntamos acerca de su familiaridad con el tema. El 82 por ciento de las personas respondieron estar al tanto. Entonces, consultamos sobre su actitud frente a esta faceta del altruismo. Les pedimos que calificaran qué tan de acuerdo o en desacuerdo estaban con la donación de órganos. 

Al revisar los resultados llama la atención que la mitad de las personas que respondieron se mostraron algo o muy de acuerdo el donativo de órganos contra solo un dos por ciento que dijo estar muy en desacuerdo. La distribución de estas respuestas favorables concuerdan con lo que las personas opinan al personalizarse la cuestión. Al consultarlos sobre si ellas o ellos estarían dispuestos a donar órganos después de fallecer, el 60 por ciento dijo que sí lo está. 

La cosa no cambia mucho si se les pregunta por la donación en vida a personas conocidas –familiares o amigos. 

Donde los resultados varían y muestran un cambio en la actitud es cuando salimos del ámbito de las opiniones y entramos en el campo de la acción específica, en este caso, manifestar oficialmente el deseo de donar órganos. De las personas que dijeron que sí donarían órganos al fallecer, solo el 37% dijeron haberlo hecho. 

Otro de los hallazgos significativos de nuestra consulta fue la poca familiaridad con el acto de donativo o transplante. 

De las personas consultadas, solo 13% conocían a alguien que hubiera donado un órgano y el 86% dijo que entre sus familiares o amigos no hay nadie que haya recibido un órgano trasplantado. Quizá esta distancia es otra de las razones por las que la donación de órganos de personas fallecidas o en vida se siga percibiendo como algo deseable pero no presente ni apremiante. Por último, preguntamos si la necesidad de un órgano para algún familiar o para ellos los llevaría a buscar conseguirlo por medios fuera del sistema de salud. La mitad opinó que sí lo buscaría. Solo uno de cada cuatro dijo que no, y el resto no contestó. 

Durante los primeros meses de la pandemia los transplantes de órganos y tejidos en México se suspendieron. Hace unas semanas la Secretaría de Salud se puso en marcha un plan para reactivar gradualmente estos procedimientos. El sistema funciona con un sistema de semáforo que, de acuerdo con ciertos parámetros, va liberando actividades paulatinamente. Las necesidad de transplantes no se detiene aunque exista una pandemia y es afortunado que las actividades estén reactivándose de nuevo. La información acerca de la deseable de estas donaciones en México parece haber tenido efecto según las cifras del CENATRA. Aún así, la distancia entre las personas en espera y las órganos trasplantandos sigue siendo muy amplia y recuerda que hay bastante por hacer.