Continuamos con nuestra serie sobre el funcionamiento de las encuestas. Con esta entrega acaba uno de los grandes temas: el diseño y la ejecución de una encuesta. Hemos repasado las distintas etapas del diseño de encuestas desde el planteamiento de las preguntas de investigación hasta la estructura de las preguntas y las dificultades que acompañan los operativos de campo. Ahora entonces, después de analizar los datos como lo contamos en la entrega pasada, llegamos al momento de la presentación de los resultados. Podría parecer una circunstancia sencilla. Ya que se tienen los datos limpios y analizados, es fácil suponer que solo se trasladan en un par de gráficas y se les adjuntan dos párrafos explicativos y con eso es suficiente. Nada más lejano de la realidad. Una excelente recopilación de datos puede terminar opacada, tergiversada o limitada con una mala presentación del reporte.
Curiosamente, el reporte final es la manera en la que la mayoría de nosotros nos relacionamos con las encuestas. Estamos familiarizados con las gráficas, o con los encabezados. Pero no es la única manera de hallar encuestas, y para quienes las realizamos, no es el único formato en el que las presentamos. Por eso una de las principales cuestiones al completar el proceso de análisis de datos es considerar, seriamente, el público al que nuestro reporte irá dirigido. El público determina el nivel de complejidad o el énfasis en la divulgación que contendrá el reporte final.
La transparencia metodológica es otro de los temas importantes a considerar. Estos detalles del proceso son importantes pero es preciso, en un contexto de academia y evaluación por pares –especialistas estadísticas– explicitar las minucias estadísticas, los detalles del proceso, no así en un entorno más bien de divulgación para un público que no está tan preocupado por este nivel de detalle. Aún así, la nota metodológica es una parte importante del reporte final porque permite conocer detalles importantes sobre la encuesta.
Los datos importantes que hay que considerar es el tamaño de la muestra. Por lo general se le identifica con la letra n y nos permite tener en cuenta cuántas participaron respondiendo la encuesta. Aunque parecería, no es simplemente el caso que entre más grande sea el número de participantes más precisa es la muestra. Para eso, como hablamos en la entrega sobre el muestreo, se requiere que la muestra sea representativa, es decir que todas las personas de la población a la que se quiere analizar tengan la posibilidad y estén de alguna manera incluidas en la muestra. Otro de los datos importantes es el margen de error. Este valor establece el intervalo en el que las cifras halladas pueden ubicarse. Al decir que el error de la muestra es de 2.5 por ciento, por ejemplo, estamos diciendo que a cada cifra hay que considerar que puede subir o bajar en 2.5 por ciento. Una tercera información importante es el tipo de muestra de la que se trata. Cuando no sea obvio –como en el caso de las encuestas en línea– es importante conocer el modo el que se realizó el operativo de campo (fue telefónica, en persona, en hogar, etc.) y las fechas de levantamiento de esos datos. Esos datos nos permiten conocer, a muy grandes rasgos, la manera en la que fue realizada la encuesta.
La elección de gráficas y tablas también implica una decisión dependiendo de la audiencia. En los trabajos más académicos, las gráficas se acompañan de explicaciones detalladas tanto de lo que significan las tablas y las gráficas, como del detalle metodológico y de resultados. En las publicaciones de divulgación, es importante tener cuidado de caer en la tentación de lo llamativo de las gráficas, y olvidar los rótulos y las identificaciones informativas. Si las gráficas no van acompañadas de párrafos explicativos, o no tienen las palabras o cifras que permiten entender de qué se trata, es como si la gráfica dijera cualquier cosa, es decir como si no dijera nada. Además existe la posibilidad, si no están bien identificadas y explicadas las tablas y gráficas, que cada una de las personas que lean ese reporte podrían asumir cualquier cosa sobre el reporte y asumir que es válido, y como decíamos al inicio, lo bien conducido del reporte y del trabajo terminarán invalidados por una mala presentación.
A grandes rasgos, esta serie hasta el momento ha cubierto el proceso que siguen las encuestas desde que se ocurre una inquietud en la mente de alguna persona hasta que se redacta el informe final. Cada uno de los pasos tiene una gran variedad de detalles que se podrían explorar mucho más a fondo. Temas que tienen que ver con los cálculos que se realizan para garantizar que la muestra sea representativa; discusiones sobre software especializado para distintas aplicaciones, o los grandes dilemas éticos que acompañan a todo trabajo de levantamiento de campo. Algunos de esos temas serán retomados en futuras entregas porque estamos convencidos que entre más se conozca sobre el proceso detrás de las encuestas, mejor preparadas y preparados estaremos para discernir y evaluar los contenidos de los sondeos con los que nos encontremos.