No es solo durante las elecciones que vemos encuestas por todos lados. Nos rodean, y parecen ser todas iguales: preguntas a un grupo de personas y unas gráficas acompañadas de aseveraciones. Pero las encuestas no son tan sencillas como parecen. Implican una gran cantidad de detalles que, al comprenderlos plenamente, permiten evaluar su eficacia y su confiabilidad. En NGResearch queremos acercarte al mundo de la demoscopía y las encuestas. La idea que anima esta serie es descorrer el velo que cubre el funcionamiento de estos instrumentos de investigación de opinión pública. Estamos convencidos que no se requiere ser especialista, y al contrario, es necesario que el público esté al tanto de sus características, de su operación y demás detalles para poder percibir errores metodológicos, discriminar entre la información falsa o equívoca y la información precisa que se nos ofrece. Para comenzar, empezamos por lo más elemental: ¿Qué es una encuesta? ¿Cómo se estructura y qué pasos hay que seguir para garantizar que esté planteada correctamente?
Por lo general cuando pensamos en las encuestas, en lo que pensamos es en las gráficas o en las conclusiones que permiten plantear: “35% de las personas opinan…”, “87% por ciento de las familias mexicanas pueden…”. Sin embargo, esta es solo la última parte de un proceso largo que incluye decisiones precisas y bien calibradas para poder decir “87% de las familias mexicanas…” con certeza. Para comenzar, consideremos el tipo de diseño de investigación que es más común encontrar. Cada uno de estos tipos plantean preguntas distintas y ofrecen resultados igualmente particulares. Los diseños más comunes son los que que interrogan a un grupo de personas en un periodo de tiempo determinado y único. Se les conoce como estudios transversales y permiten describir qué ocurre en un pedazo de tiempo determinado. Hay también otro tipo de estudios conocidos como estudios longitudinales, y hay dos tipos. Uno busca seguir a un mismo grupo de personas a lo largo de distintos momentos de tiempo; el otro no se enfoca en las mismas personas sino en distintas, a lo largo de distintos momentos de tiempo. Ambos buscan comprender cómo una tendencia u opinión varía a lo largo del tiempo. Al tener eso en claro, podemos pasar al primer punto de evaluación: las preguntas de investigación.
Según una de las listas de recursos para periodistas de la American Association for Public Opinion Research (AAPOR), una de las principales interrogantes que hay que tener en mente al analizar una encuesta es “¿Qué preguntas se plantearon? ¿Fueron planteadas de manera clara, equilibrada y sin sesgo?” Porque aunque así lo parece, las encuestas no pueden confiar en obtener resultados certeros si no parten de una pregunta que cumpla con características especiales. Tienen que ser preguntas que desde su planteamiento consideren que puedan ser respondidas por medio de observaciones empíricas. Las preguntas que buscan respuestas explicativas, exploratorias, o respuestas más elaboradas, no son los mejores puntos de partida para una encuesta; son más bien sujeto de investigaciones cualitativas. Según Erin Ruel, en el libro 100 Questions (and Answers) About Survey Research, una “pregunta de investigación adecuada es una que se ha pensado profundamente y que se plantea con precisión”. Las preguntas adecuadas para las encuestas deben ser entonces claras, concisas y producto de una severa revisión de los conceptos que la componen. Lo mismo sucede con los posibles sesgos o la insinuación de resultados: las preguntas deben de estar libres de términos que las predispongan a las personas a responder de una manera u otra. Una pregunta que incluya términos vagos, sesgados y susceptibles de ser interpretados de muchas maneras distintas, termina por echar abajo la credibilidad de los resultados. Al plantear, por ejemplo, la pregunta “¿Cuantas personas son felices?”, la pregunta tiene que definir de una manera mucho más precisa y medible el concepto felicidad.
Esta es la primera sección de la encuesta que hay que evaluar. Entre los datos que ofrece la encuesta, ¿nos muestra la pregunta o las preguntas textuales que se planteó a las personas encuestadas? ¿Nos muestran el orden en el que estas fueron planteadas? Al conocerlas, ¿nos parecen suficientemente concretas, claras, y libres de sesgo?