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La pandemia de la Covid-19 ha traído consigo una gran cantidad de información sospechosa o falsa acerca de las posibles alternativas de tratamiento para tan nueva aflicción. Desafortunadamente, la popularidad y dispersión de estos rumores y mensajes no reflejan su veracidad, al contrario, resultan en su mayoría falsos y, además, riesgosos. Los llamados a ingerir productos no aptos para consumo humano o medicamentos especializados que se pretenden pertinentes en el tratamiento de esta enfermedad son, en esencia, alegatos en favor de la automedicación. Pero, ¿qué tan popular resulta esta costumbre? 

En nuestra encuesta de 2014, lejos todavía de la amenaza del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, descubrimos que en un periodo de seis meses, el 42% de las personas en México aceptaron haber consumido medicamentos sin prescripción médica. Unos años después, la Secretaría de Salud publicó una nota desaconsejando la práctica, porque, entre otras razones puede provocar resistencia a los  antibióticos y “producir efectos secundarios por el uso excesivo de algunos medicamentos”. 

La Organización Mundial de la Salud ha sido clara en su recomendación de no “automedicarse con ningún fármaco”, y en particular para tratar la Covid-19, porque si bien hay ciertas “soluciones de la medicina occidental o tradicional o remedios caseros que pueden resultar reconfortantes y aliviar los síntomas leves de la Covid-19”, no hay medicamentos que prevengan ni que curen esta enfermedad. 

Cuando le preguntamos a las personas sobre las razones que llevan a las personas a automedicarse. El 71 por ciento dijo que no se trataba de un asunto de evitar la vergüenza que genera ir a una revisión médica, y el 52 por ciento opinó que sí obedecía a que la atención médica es deficiente. Sin embargo, las tres respuestas más comunes fueron, la levedad de los síntomas, el tiempo de espera para recibir atención médica (de acuerdo con datos de CIEP, en 2017 en tiempo promedio de espera en el IMSS era de 91 minutos), y principalmente, la dificultad económica.

Si las personas asocian la carencia de recursos y la falta de acceso a servicios de salud con la costumbre de automedicarse, entonces parecería que su erradicación es un ideal difícil de conseguir. La supervisión de profesionales de la salud y las posibilidades para adquirir medicamentos especializados implica un cambio de costumbres importante. Porque, además, las consecuencias de esta práctica, en casos desafortunados, pueden ser muy graves. Ante un momento crítico como el que atraviesa el mundo, se vuelve aún más importante observar mucha cautela y juicio al pretender gestionar los posibles síntomas con remedios que pueden causar mucho más daño que el alivio que se pretendía obtener de ellos.